Para iniciar al alumno este elaboraba tablas y ruedas táctiles, ejercicio preliminar necesario para adentrarse posteriormente en el adiestramiento de la percepción sensorial óptica. Los ejercicios derivaban en composiciones posteriores más libres, para terminar con una representación final de las mismas en las que la materia original estaba ausente, pero no su apariencia puramente visual, lo que desencadenaba la agudeza visual del alumno a través de la interpretación y la abstracción.
La tendencia al cientifismo del
profesor se correspondía con una precisión lingüística para describir la materia
estudiada y sus transformaciones.
Moholy-Nagy desarrolló los
siguientes términos que aún pueden ser de utilidad para reflexionar sobre la
materia y nuestra intervención sobre ella:
-“estructura” o forma
inalterable de la estructura interna del material
-“textura” superficie
final de cada estructura, epidermis
-“factura” la forma o
apariencia resultante de la transformación externa, desde fuera, del material,
ya sea por un proceso natural o una intervención manual o mecánica.
El material entendido como
pieza de trabajo ofrece infinitas posibilidades con la única limitación de la
propia estructura de la materia. Si trabajamos sobre la materia desde las claves
de la percepción - percibiendo divergencias, contrastes, manipulando su
“textura” sin prejuicios, sin miedo a equivocarse, a través de la “prueba y
error”- alcanzaremos un conocimiento que no es un conocimiento abstracto sino
que parte de la propia actuación. La experiencia obtenida dirigirá las
actuaciones posteriores en las que la naturaleza del material (la objetividad)
prevalecerá sobre supuestos meramente subjetivos.
Ana Espinosa GV
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